Resonancia

Hoy resuena el mundo dentro de mi. La onda expansiva de las bombas de Atocha ha llegado hasta mis entrañas y me ha conmovido. He sentido el dolor de toda aquella gente que no podía entender por qué a ellos les tocaba pasar por ese trance, y de las ánimas que ni siquiera tuvieron tiempo de preguntárselo porque cayeron fulminadas. He sentido la incomprensión y la tristeza, pero también la solidaridad, el respeto y el amor. He sentido la impotencia, pero también la satisfacción de ver como cada uno de nosotros asumíamos que podíamos hacer algo, aunque solo fuese abrir nuestras bocas, mover nuestras pies o utilizar nuestro voto para manifestar lo que no queremos.

Hoy, como nunca, me he sentido parte de un todo; me he dado cuenta que yo soy parte del mundo y el mundo es parte de mi. Que lo que pasa a mi alrededor, lo que percibo es un reflejo de lo que está en mi interior, y a su vez es la señal de lo que yo aporto al mundo. Dentro es como fuera y viceversa. La falta de respeto y aceptación por las diferencias, la destrucción, la codicia, la envidia, el racismo, el odio, la falta de amor por la vida, la explotación de unos en beneficio de otros...solo son posibles en un mundo donde sus componentes aceptamos y justificamos estos valores.

En el fondo los seres humanos somos muy simples y todos, independientemente de la raza, la religión y el nivel social o cultural, perseguimos lo mismo: nutrición, cobijo y amor. Es lo que necesita un bebé cuando nace y lo que anhelamos los adultos. El problema es que nos perdemos en el camino por pseudo atajos que nos enfrentan unos a otros ya que intentamos imponer nuestro camino a los demás como el único válido. Nos sentimos amenazados si otros toman caminos diferentes e intentamos convencerlos de que vayan por el nuestro,  por las buenas o por las malas. Lo justificamos con grandes palabras: democracia, libertad, desarrollo, derecho a la autodeterminación...que en el fondo enmascaran intransigencia e inseguridad. ¿Por qué nos empeñamos en eliminar a los que son diferentes? ¿Qué nos amenaza de la diversidad? ¿Por qué necesitamos controlar la situación?. Cuando hago estas preguntas al mundo no tengo respuestas, pero si me las hago a mi misma quizás pueda contestar mas fácilmente y luego extrapolar a realidades mayores.

Así como en la mas minúscula de nuestras células está recogida toda la información genética del individuo, cada una de las personas contiene las claves de la humanidad. Las células aisladas pueden vivir un corto periodo de tiempo en cultivos que contengan los nutrientes y las condiciones que necesitan, pero adquieren su verdadero sentido cuando son parte de un organismo. Del mismo modo, cada una de las personas somos como las células de ese organismo que es la humanidad, y la supervivencia de cada una depende de la supervivencia del organismo. Sin embargo parece que ese organismo, la humanidad, hubiese contraído un cáncer que hace que unas cuantas células crezcan desmesuradamente invadiendo a otras, lo que a su vez provoca reacciones alérgicas en las células invadidas que reaccionan desproporcionadamente.

Aceptando la hipótesis de que la humanidad funciona como un cáncer, tendríamos el diagnóstico, pero ¿cuál es la terapia para su curación?. Como toda la humanidad es el organismo parece que la solución tiene que venir del organismo mismo, ya que no contamos con nada externo que pueda operar y eliminar una parte o de “antihistamínicos” que inhiban los anticuerpos. Si seguimos “luchando” entre nosotros al final moriremos todos, no importa si porque triunfa el cáncer o porque triunfa la reacción alérgica. La salvación solo es posible si comprendemos que todos estamos en el mismo cuerpo, y que el triunfo o la derrota de una parte es la de todos.

Me emocionó ver, y ser parte, de esos ríos de vida que en Madrid y otras muchas ciudades de España y del Mundo avanzábamos con una motivación común “por la vida”. Gentes de distintas razas, nacionalidades, religiones e ideas políticas, habíamos despertado por el dolor del sopor de la indiferencia, que como una flecha había atravesado nuestras corazas de protección y de aislamiento, y avanzábamos con rostros serios pero sintiendo que juntos podíamos responder a la amenaza. Nos sentimos consolados al ver que no estábamos solos, que éramos parte de una comunidad y eso nos daba fuerzas.

Ahora que han pasado algunos días, espero que no lo olvidemos, y que no busquemos enemigos y nos lancemos en una espiral de odio y venganza que tan solo genera mas de lo mismo. Tenemos muchos ejemplos a nuestro alrededor que demuestran que la ley del talión no sirve. Preguntémonos a nosotros mismos que necesitamos cuando estamos furiosos y rabiosos ¿mas rabia? ¿mas odio?

Solo hay algo que es mas fuerte que el odio y que lo combate: el amor. Empecemos a respetar y amar a los que están mas cerca de nosotros; no podemos cambiar a los demás pero si a nosotros mismos. Podemos encontrar muchas razones para rechazar al vecino, pero también podemos encontrar alguna para aceptarle y amarle. Solo si hacemos este esfuerzo conseguiremos que poco a poco el odio vaya retrocediendo, y daremos ejemplo a nuestros niños y jóvenes. Es el mejor homenaje que podemos rendir a las víctimas y de este modo dar un sentido a su ausencia.


Mar Asunción Higueras
Marzo 2.004

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