Se desperezaba lentamente con la
luz entrando por la ventana. Hoy cumplía un año más y la noche le había traído
un sueño de regalo. Poco a poco fue recordando retazos del mismo hasta hilar el
sentido completo.
En el sueño ella era un reloj de
pared antiguo que se encontraba desmontado en la mesa de un viejo relojero que,
con esmero, estaba limpiando una a una todas las piezas. No recordaba cuantos
años tenía el reloj pero sin duda superaba el medio siglo, ya que siempre lo
había visto allí.
¡Qué casualidad! pensó, al
sentir un paralelismo entre su vida y la del reloj. Ella también había
traspasado la frontera del medio siglo, y como el reloj, sentía que el tiempo y
los acontecimientos habían ido desgastando alguna de sus “piezas” y depositando
polvo en el mecanismo que, en ocasiones, dificultaban el funcionamiento óptimo.
Ella, al igual que el reloj, ya
no estaban en el devenir de la moda, no podía competir con los últimos modelos
que continuamente aparecían en el mercado, pero comprobó reconfortada que tanto
ella como el reloj habían superado la frívola tentación de la sociedad de
consumo del “usar y tirar” y respiró la profunda sensación de ser valiosa y de
calidad, y que los años pasados habían consolidado y dado solidez a su persona.
Volvió al sueño y, al acordarse
del relojero, vio la cantidad de “relojeros” que habían pasado por su vida y le
habían ayudado en distintos momentos a desarmarse, limpiar y reajustar sus
piezas. Sintió mucho agradecimiento hacia ellos y también hacia sí misma. Fue
repasando una a una las distintas partes de su cuerpo, desde los dedos de los
pies al cuero cabelludo, pasando por vísceras, valorando el buen estado en que
se encontraban actualmente, e incluso las enseñanzas que en momentos de
enfermedad habían traído a su vida como indicadores de la necesidad de un
cambio.
Todavía seguía remoloneando en
la cama, contenta de este regalo inesperado que la noche le había traído. Se
dio cuenta de lo maravilloso de cada momento, de la dicha de sentirse bien, de
respirar, de ver y oír, de poder moverse, de tener la capacidad de relacionarse
a través de los sentidos con el espacio y con las demás personas…….
¡Qué curioso-pensó- todo esto
estaba aquí ayer y sin embargo no era consciente”. Quizás el reloj del sueño actuase
como un “despertador” para recordar el vivir el momento presente con plena
conciencia, y así poder disfrutar de cada uno de los días que le quedaban por
vivir.
14 Mayo 2013
14 Mayo 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario